En este articulo escrito por el Dr. Juan Manuel Ospina, MVZ, Colombia encontraremos conceptos renovados, muy útiles y totalmente aplicables al GANAGRAS.
La producción de leche por vaca y lactación se ha visto incrementada durante los últimos años de una forma considerable. A modo de ejemplo y según datos publicados por el USDA, en EEUU la producción por vaca y lactación ha aumentado en un 16%, si consideramos los últimos años.
El uso de programas de mejora genética ha acelerado este proceso y, en ciertos casos, este aumento y el nivel de producción conseguido hace de las vacas de alta producción, auténticas máquinas de producir leche. Sin embargo, este sobre esfuerzo productivo hace que estos animales sean muy sensibles a multitud de factores y cualquier cambio en la alimentación, manejo, etc.. repercute inmediatamente en la producción de leche.
Otro dato relevante que ha acompañado a este aumento de la producción es la disminución de una forma casi lineal de la fertilidad de los rebaños, pasando de un 65% a primeros de los años 80 a un 44 % a finales de los 2010.
Frecuentemente se ha especulado sobre el posible efecto que la selección genética ha podido tener sobre la fertilidad, de forma que la selección hacia animales más productores implica animales menos fértiles. Sin embargo, cuando se analizan los datos de producción de novillas seleccionadas frente a los de otras no seleccionadas, se ve que no existen diferencias en cuanto a la fertilidad. Esto nos conduce a pensar que, no sólo la mejora, si no que otros factores como la nutrición, ligada también al aumento productivo, puede ser la clave para esos bajos índices de fertilidad asociados a vacas altamente productoras.
Seguramente si nos paráramos a pensar o analizar con detenimiento todos los factores nutricionales que pueden de alguna manera influir sobre los parámetros reproductivos, ocuparíamos muchas páginas con datos sobre el efecto de la nutrición energética, proteica, vitamínica y mineral en la fertilidad.
En esta ocasión nos centraremos en la energía, que es quizás el parámetro nutricional más estudiado, y más concretamente en el nutriente más energético, que es la grasa.
La producción de leche es un proceso natural que conlleva un gasto energético para la vaca lechera de alta producción. Durante las primeras semanas de lactación las necesidades energéticas crecen de forma exponencial, al mismo tiempo que lo hace la producción de leche. En esta fase la vaca no es capaz de ingerir la suficiente energía para cubrir estas necesidades con lo que entramos en lo que denominamos etapa de déficit energético o de balance energético negativo. Las estrategias de manejo intensivo del ganado lechero obligan a maximizar el rendimiento de la vaca y una de las formas es intentar reducir al máximo los costes que la reproducción conlleva, reducir el nº de días abiertos, reducir el nº de IA, etc… Cabe recordar que los primeros celos coinciden con la etapa de balance energético negativo.
Existe en las hembras mamíferas algún mecanismo por el cual, como parece lógico pensar, la producción de leche prevalece sobre la reproducción. Así cualquier desbalance energético penalizará antes los parámetros reproductivos que los productivos o al menos de una forma más importante o significativa.
En un trabajo de De Vries y Veerkamp (2000) concluían que por cada 1,9 Mcal de ENl de déficit energético por día, se retrasaba la ovulación en 1 día. En este mismo trabajo se encontró una correlación muy estrecha entre el % de grasa de la leche y el balance energético de la vaca a lo largo de la lactación. Estos investigadores concluyeron que un indicador del balance energético podría ser el % de grasa de la leche al principio de la lactación. En la práctica, sin embargo, la medición del balance energético no es una cosa sencilla y como medida se utiliza la condición corporal que mide el estado de engrasamiento del animal. Hoy en día todas las estrategias nutricionales durante la lactación temprana van encaminadas a hacer que la pérdida de condición corporal sea la menor posible.
“La Utilización de Grasa puede reducir la pérdida de peso”.
Como bien es sabido el nutriente más energético es la grasa, que posee aproximadamente 2,25 más energía que los carbohidratos. La utilización de grasa en la alimentación de la vaca de leche no es una cosa nueva y se remonta a muchos años. Un razonamiento simplista justificaría el empleo de grasas en vacuno de leche con el objetivo de aportar una fuente altamente energética que, durante los primeros meses de lactación, evitaría una excesiva pérdida de peso y consecuentemente de condición corporal. Así, desde un primer momento la mayoría de los experimentos realizados con la suplementación de grasa se limitaron a estudiar su efecto sobre la producción y composición de la leche. Más recientemente han aparecido numerosos trabajos (Staples and Burke 1998, Staples and Thatcher 1990, Lucy et col, 1992) sobre cómo esta suplementación puede influir sobre los parámetros reproductivos.
En todas estas revisiones llegamos a la misma conclusión. La grasa, no solamente ejerce su efecto positivo sobre los parámetros reproductivos por el hecho de ser fuente de energía, si no que la suplementación con grasa, y más concretamente, con ciertos ácidos grasos puede activar o inhibir ciertos procesos hormonales que tienen un efecto directo sobre la ovulación y/o el mantenimiento del embrión